Dame:
¡Oh Dios mio! Una hija que sea lo bastante fuerte para saber cuándo es débil y lo bastante valerosa para enfrentarse consigo misma cuando sienta miedo;
una hija que sea orgullosa e inflexible en la derrota honrada, humilde y magnánima en la victoria.
Dame:
una hija que nunca doble la espalda cuando debe erguir el pecho; una hija que sepa conocerte a ti... y conocerse a sí misma, que es la piedra fundamental de todo conocimiento.
Condúcela:
te lo ruego, no por el camino cómodo y fácil, sino por el camino áspero, aguijoneado por las dificultades y los retos, allí déjala aprender a sostenerse firme en la tempestad y a sentir compasión por los que fallan.
Dame:
una hija cuyo corazón sea claro, cuyos ideales sean altos, una hija que se domine a sí misma antes de pretender dominar a los demás, una hija que aprenda a reir pero que también sepa llorar, una hija que avance hacia el futuro, pero que nunca olvide el pasado.
Y después...
que le hayas dado todo esto te suplico entregarle suficiente sentido del buen humor, de modo que pueda ser siempre seria, pero que no se tome a sí misma demasiado en serio, dale humildad para recordar siempre la sencillez de la verdadera sabiduría, la mansedumbre de la verdadera fuerza.
Entonces yo, me atreveré a murmurar:
¡No he vivido en vano!
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