Bienvenidos sean

Espero disfruten este blog.
Por favor si encuentran algún link caído avísenme para que lo actualice, pueden dejar un comentario en la entrada para que sea más fácil.

Muchas gracias por visitarnos y espero disfruten su estancia

;D

Estoy añadiendo la traducción al español de las entradas que faltan, comenzando por las más antiguas y actualizando los links caídos, si les interesa alguna en especial, pueden comentar en ésa entrada, también si encuentran algún error en la traducción, gracias

viernes, 17 de agosto de 2012

El Avaro

Cierto hombre avaro vendió cuanto poseía y convirtió su precio en oro, el cual enterró en un lugar oculto, y teniendo todo su ánimo y su pensamiento puesto puesto en el tesoro, iba diariamente a visitarlo, lo que observado por otro hombre fue a aquel sitio, desenterró el oro y se lo llevó.

 Cuando el avaro vino según costumbre a visitar su tesoro, vio desenvuelta la tierra, y que lo habían robado, se puso a llorar y a arrancarse los cabellos. 





Uno que pasaba viendo los extremos que hacía aquel hombre, se llegó a él, y después de informarse de la causa de su dolor, le dijo: 


¿Por qué te entristeces tanto por haber perdido un oro que tenías como si no lo poseyeras? 

Toma una piedra y entiérrala, figurandote que es oro, una vez que tanto te servirá ella como te servía ese oro que nunca hacías uso

El leñador tenaz

Había una vez un leñador que se presentó a trabajar en una empresa maderera. 
El sueldo era bueno y las condiciones de trabajo mejores aún, así que el leñador se propuso hacer un buen papel.

 El primer día se presentó al capataz, que le dio un hacha y le asignó una zona del bosque.
 El hombre, entusiasmado, salió al bosque a talar. En un solo día cortó dieciocho árboles. 

 - Te felicito – le dijo el capataz. – Sigue así . 

 Animado por las palabras del capataz, el leñador decidió mejorar su propio trabajo al día siguiente. Así que esa noche se acostó muy temprano. A la mañana siguiente, se levantó antes que nadie y se fue al bosque.

 A pesar de todo su empeño, no consiguió cortar más de quince árboles. -Debo estar cansado- pensó. Y decidió acostarse con la puesta de sol. Al amanecer, se levantó decidido a batir su marca de dieciocho árboles. 

Sin embargo, ese día no llegó ni a la mitad. 


Al día siguiente fueron siete, luego cinco, y el último día estuvo toda la tarde tratando de talar su segundo árbol. Inquieto por lo que diría el capataz, el leñador fue a contarle lo que estaba pasando y a jurarle y perjurarle que se estaba esforzando hasta los límites del desfallecimiento.

 El capataz le preguntó: “¿Cuándo afilaste tu hacha por última vez?”.

 - ¿Afilar…?. No he tenido tiempo para afilar: he estado demasiado ocupado talando árboles.

No se trata sólo de trabajar duro, también hay que hacerlo de forma inteligente
Las buenas intenciones por sí solas no bastan