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domingo, 17 de enero de 2016

Bodhicitta: el Kernel del Corazón

[...]Los budistas llaman a este núcleo, este punto interno y suave "Bodhicitta",

Nuestro buen corazón. Es nuestra ternura y vulnerabilidad al desnudo, el materíal interno y en bruto que es, tal vez, la mejor parte de cada uno de nosotros.

 Este "mineral" Psíquico del inframundo que cuando se refina, se convierte en una fuente de Gran amor y compasión desinteresada propias de un Bodhisattva o santo.

Pero en su forma en bruto, es común que esta ternura inspire fieros instintos de Defensa.

 Irónicamente, tratando de proteger nuestro núcleo es como usualmente desarrollamos nuestra indiferencia, incluso odio contra el mundo.

 En este proceso elegimos siempre una de dos; Cauterizamos nuestras heridas con autoconciencia o simplemente quemamos la vulnerabilidad convirtiéndola en una dura cicatriz.

Mi Esposa me Recomendó Salir con Otra Mujer

Después de varios años de matrimonio descubrí una nueva manera de mantener viva la chispa del amor. Había comenzado a salir con otra mujer, aunque debo reconocer que, en realidad, fue idea de mi esposa.
-Sabes que la amas - me dijo un día tomándome por sorpresa. La vida es muy corta, dedícale tiempo.
- Pero yo te amo a ti - contesté.
-Lo sé. Pero también la amas a ella. 

 La otra mujer a quien mi esposa quería que yo visitara, era mi madre, pero las exigencias de mi trabajo y mis hijos hacían que sólo lo hiciera ocasionalmente. Esa noche la llamé para invitarla a cenar y al cine.
-¿Qué te ocurre? ¿Estas bien? me preguntó.

Mi madre es el tipo de mujer que una llamada tarde en la noche o una invitación sorpresiva es indicio de malas noticias.



 -Creí que sería agradable pasar algún tiempo contigo, le respondí. Los dos solos ¿qué opinas?

Reflexionó sobre ello un momento y respondió: Me gustaría muchísimo. Ese viernes mientras conducía para recogerla después de mi trabajo me encontraba nervioso, pero a la vez muy feliz... Cuando llegué a su casa vi que ella también estaba muy emocionada. Me esperaba en la puerta con su viejo abrigo, se había rizado el cabello y usaba el vestido con el que celebró su último aniversario de bodas. Su rostro sonreía, irradiaba luz como un ángel.

-Les dije a mis amigas que iba a salir con mi hijo y se mostraron muy emocionadas, me comentó mientras subía a mi auto.
-No podrán esperar a mañana para escuchar acerca de nuestra velada. Fuimos a un restaurante no muy elegante, pero sí muy acogedor, mi madre se aferró a mi brazo como si fuera "La Primera Dama de la Nación". Cuando nos sentamos tuve que leerle el menú. Sus ojos sólo veían grandes figuras. Después de unos minutos, levanté la vista; mi madre sólo me miraba. Una sonrisa nostálgica se le delineaba en los labios.
-Era yo quien te leía el menú cuando eras pequeño ¿Recuerdas?
-Entonces es hora de que te relajes y me permitas devolverte el favor, respondí. Durante la cena tuvimos una agradable conversación, nada extraordinario, sólo ponernos al día de nuestras cosas. Hablamos tanto que nos perdimos el cine. Saldré contigo otra vez, pero sólo si me dejas invitar, dijo mi madre, la besé y acepté la invitación.
-¿Cómo estuvo la cita? - quiso saber mi esposa cuando llegué aquella noche.
 -Muy agradable, mucho más de lo que imaginé. Días más tarde mi madre murió de un infarto.

 Al poco tiempo recibí un sobre del restaurante donde habíamos cenado mi madre y yo, la nota decía: “La cena está pagada por anticipado, estoy segura de no poder ir, pero igual pagué para ti y tu esposa, jamás podrás entender lo que aquella noche significó para mí. ¡Te amo! 

En ese momento comprendí la importancia de decir a tiempo "TE AMO" y de darles a nuestros seres queridos el espacio que se merecen; nada en la vida será más importante que aquellos a quienes amas, dales tiempo, porque ellos no pueden esperar. Si vive tu madre, disfrútala... si no... Recuérdala.

"El tiempo nunca perdona"

El Escarabajo y el Gusano

Había una vez un gusano y un escarabajo que eran amigos, pasaban charlando horas y horas.
 El escarabajo estaba consciente de que su amigo era muy limitado en movilidad, tenía una visibilidad muy restringida y era muy tranquilo comparado con los de su especie.

 El gusano estaba muy consciente de que su amigo venía de otro ambiente, comía cosas que le parecían desagradables y era muy acelerado para su estándar de vida, tenía una imagen grotesca y hablaba con mucha rapidez.

 Un día, la compañera del escarabajo le cuestionó la amistad hacia el gusano. - ¿Cómo era posible que caminara tanto para ir al encuentro del gusano? A lo que él respondió que el gusano estaba limitado en sus movimientos. - ¿Por qué seguía siendo amigo de un insecto que no le regresaba los saludos efusivos que el escarabajo hacía desde lejos? Esto era entendido por él, ya que sabía de su limitada visión, muchas veces ni siquiera sabía que alguien lo saludaba y cuando se daba cuenta, no distinguía si se trataba de él para contestar el saludo, sin embargo calló para no discutir.

Fueron muchas las respuestas que en el escarabajo buscaron para cuestionar la amistad con el gusano, que al final, éste decidió poner a prueba la amistad alejándose un tiempo para esperar que el gusano lo buscara. Pasó el tiempo y la noticia llegó: el gusano estaba muriendo, pues su organismo lo traicionaba por tanto esfuerzo, cada día emprendía el camino para llegar hasta su amigo y la noche lo obligaba a retornar hasta su lugar de origen.

 El escarabajo decidió ir a ver sin preguntar a su compañera qué opinaba. En el camino varios insectos le contaron las peripecias del gusano por saber qué le había pasado a su amigo. Le contaron de cómo se exponía día a día para ir a dónde él se encontraba, pasando cerca del nido de los pájaros. De cómo sobrevivió al ataque de las hormigas y así sucesivamente.

 Llegó el escarabajo hasta el árbol en que yacía el gusano esperando pasar a mejor vida. Al verlo acercarse, con las últimas fuerzas que la vida te da, le dijo cuánto le alegraba que se encontrara bien. Sonrió por última vez y se despidió de su amigo sabiendo que nada malo le había pasado.

 El escarabajo avergonzado de sí mismo, por haber confiado su amistad en otros oídos que no eran los suyos, había perdido muchas horas de regocijo que las pláticas con su amigo le proporcionaban. Al final entendió que el gusano, siendo tan diferente, tan limitado y tan distinto de lo que él era, era su amigo, a quien respetaba y quería no tanto por la especie a la que pertenecía sino porque le ofreció su amistad.

 El escarabajo aprendió varias lecciones ese día. La amistad está en ti y no en los demás, si la cultivas en tu propio ser, encontrarás el gozo del amigo. También entendió que el tiempo no delimita las amistades, tampoco las razas o las limitantes propias ni las ajenas.

 Lo que más le impactó fue que el tiempo y la distancia no destruyen una amistad, son las dudas y nuestros temores los que más nos afectan. Y cuando pierdes un amigo una parte de ti se va con él. Las frases, los gestos, los temores, las alegrías e ilusiones compartidas en el capullo de la confianza se van con él. El escarabajo murió después de un tiempo.

 Nunca se le escuchó quejarse de quien mal le aconsejó, pues fue decisión propia el poner en manos extrañas su amistad, solo para verla escurrirse como agua entre los dedos. Si tienes un amigo no pongas en tela de duda lo que es, pues sembrando dudas cosecharás temores. No te fijes demasiado en cómo habla, cuánto tiene, qué come o qué hace, pues estarás poniendo en una vasija rota tu confianza.

La rana que no sabía que estaba hervida

Olivier Clerc escritor y filósofo francés escribió con un lenguaje sencillo y comprensible la fábula de “La rana que no sabía que estaba hervida” en la que muestra enseñanzas muy valiosas que pueden ser utilizadas en diversos contextos:



 Tenemos una cacerola llena de agua fría en la que una pequeña rana está nadando. 

Se enciende un pequeño fuego que va calentando el agua lentamente. 

 Poco a poco, el agua se va poniendo tibia. La rana encuentra la situación muy agradable y sigue nadando muy a gusto. 
 La temperatura del agua va subiendo, empieza a estar caliente, bastante caliente. 

La rana ya no goza como antes, se siente un poco cansada, pero no por eso se asusta. 

 La temperatura sigue subiendo, cada vez más, está muy caliente. 
La rana comienza a encontrar la situación desagradable, pero está tan débil que decide seguir aguantando sin hacer nada. 

 La temperatura continúa subiendo aún más, mucho más. Hasta que llega un momento en que la rana termina… cocinándose y muriendo. 

 Lo curioso es que si tenemos la misma cacerola con agua caliente y tratamos de meter a la rana esta saltará, inmediatamente notará el cambio y el malestar la hará saltar al instante.

 No fue que la rana no tuviera la capacidad de saltar, es más bien que no supo cuando hacerlo y para cuando quiso ya era demasiado tarde. 

 En muchas situaciones lo mejor es definir desde el principio que temperatura soportamos, que esta bien y que esta mal y saber perfectamente que cuando pasen ciertas situaciones hay que saltar sin titubear, el no tener claros esto o no hacer caso a lo que ya definimos como inaceptable (signos de alarma) hacen que al igual que la rana, terminemos hervidos.